Mientras te espero me ensueño contigo y pienso que ya éramos novios e íbamos por la calle, cuando de pronto no pude evitarlo y te toqué el culo. Tú te paraste, te volviste, me miraste a los ojos y me diste una hostia en medio de la calle, en medio de la gente. Y nos quedamos callados mirándonos a los ojos. Yo no sabía qué hacer, no dije nada, pero bajé los ojos, no pude mantenerte la mirada y te cogí la mano para besártela.
Y luego seguimos nuestro camino por la acera. No volvimos a hablar del aquello, pero otro día que te levanté un poco la voz para contestarte, me diste otra hostia. Y volvimos a quedarnos callados, pero yo volví a coger la mano y a besártela, mientras tú me mirabas a los ojos, sonreías. Y yo los bajaba al suelo.
Desde entonces no hemos tenido que volver a hablar del asunto porque no necesitamos saber nada más. Cuando quieres me das un par de hostias, a veces tres o cuatro e incluso alguna que otra vez, sin venir a cuento. Por gusto. Porque sí, Porque sabes que yo te cogeré de la mano y te la besaré, sin decir nada. Bueno, sí te digo: te digo que te amo, que quiero ser tuyo, que me encanta que hagas tus anta voluntad conmigo y me tengas pendiente de mí, de tus caprichos, de tus antojos.
Y te digo que cuando más dura eres, más te amo; que cuando más exigente eres conmigo más te deseo, que quiero besar el suelo que pisar y desvivirme por darte placer, por conseguir todo lo que tú quieras porque me encanta y excita que me domines.
- Gracias por dejarme amarte de esta manera -te digo.
Y tú sonríes, me das un tierno beso y me dices que cada día te gusto más. Y no me extraña porque desde aquella primera bofetada hemos ido avanzando y cada día tienes más caprichos y cada día yo soy más dócil. Y más feliz.

Muy mojado. te habías excitado o al darme de hostias pero más que por el hecho en sí de poder hacerlo, por lo que significa, porque sabes que puedes hacerlo y ese poder te excita. Y porque también sabes que a mí me gusta desde que la tercera vez que me abofeteaste, me cogiste de la entrepierna y viste que tenía la polla dura, Muy dura. Desde entonces no hemos necesitado hablar nada de todo esto. Los dos sabemos lo que hacemos. Ayer, volviste a darme de hostias sin motivo, porque sí, porque te apetecía.
- Te quiero -me dijiste tras la cuarta.
- Yo también te quiero, amor mío.
- Entonces querrás casarte conmigo.
- Sí, estoy loco por hacerlo.
Y para celebrarlo me volviste a dar otras cuatro hostias que recibí de rodillas, con la manos en la espalda, la espalda recta y la cabeza alta.
- Te veo altivo y orgulloso al recibir mi castigo.
- Es cierto. Estoy orgullosísimo.
Y yo te besé la mano con la que me habías abofeteado y te dije que sí, que quiero casarme contigo, que te amo más que a mí vida y que quiero ir contigo al fin del mundo o a donde quieras llevarme para seguir amándote cada día más.
- Porque tu voluntad es la mía, tus caprichos son un deleite y tus castigos un premio.
Y entonces te sentaste en una silla que tiene abierto un agujero debajo y yo me tendí en el suelo bajo ella para pasar la tarde lamiéndote el culito, como tanto te gusta, mientras tu ves la tele, lees o llamas por teléfono a tus amigas. O a tus amigos.
Tidak ada komentar:
Posting Komentar